jueves, 29 de mayo de 2008

PINTURA MANIERISTA


Durante la crisis del siglo XVI los pintores manieristas van a controvertir la representación unitaria y coherente del escenario espacial; la lógica renacentista de las relaciones espaciales se disgrega en un espacio revuelto; es la concepción de un espacio desigual y contradictorio, con una disposición de las figuras en el mismo en absoluta tensión. Son representaciones de fuerte ilusionismo, que provocan en el espectador zozobra y estupor, angustia y perplejidad, un no saber a qué atenerse en las relaciones del hombre con el mundo visible. Puede considerarse un paradigma de esta concepción espacial el fresco con La caída de los gigantes, realizado en 1532-34 por Giulio Romano en el Palazzo de Te, de Mantua.

El carácter anticlásico de la pintura manierista utiliza múltiples artificios para deformar la representación clásica y el sistema de proporciones del Renacimiento; el Manierismo constituye, en realidad, un movimiento antirrenacentista. Se cultivan las deformaciones, los alargamientos y acortamientos de las figuras y otras posibilidades representativas ya ensayadas con anterioridad (como la utilización del espejo convexo para el Autorretrato, del Parmigianino). Entre los virtuosismos perspectivos del Manierismo merecen considerarse por su profunda significación las anamorfosis, que constituyen una bella y secreta parte de la perspectiva.

La representación en anamorfosis consiste en disponer la composición formal dislocándola de manera que la visión e identificación de la forma representada sólo sea posible desplazándose desde el punto de vista del cuadro a otro punto de vista desde el que se recupera la forma

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