
En la pintura aparece una preocupación por la respresentación visual de la naturaleza inspirandose también en la antigüedad, por ello es tan importante las perspectiva. También hay un gran interés por la representación naturalista, por la percepción de los volúmenes y la introspección psicológica, la utilización de la luz es diáfana y repartida de forma homogénea en la obra teniendo unos colores igualmente armoniosos.
Los temas son variados, tanto religosos como alegóricos y las técnicas también, como el fresco. temple y óleo.
Los pintores que destacan en esta etapa son Masaccio con su obra el Tributo, Piero Della Francesca y su obra el Sueño de Constantino, Fra Angélico y su obra la Anunciación y por último Sandro Boticelli y sus obras La Primavera y el Nacimiento de Venus.
La pintura de "la primavera" es un emblema mitológico del amor plátónico, se idealiza la realidad a través de la formación neoplatónica y humanista que tiene el autor.
En el centro de la imagén aparece Venus, flanqueada a la deecha por Céfiro, que persigue a a la ninfa de la Tierra, Cloris, que en ese momento al ser tocada por él se transforma en Flora (diosa de la vegetación y las flores). Sobre Venus, Cupido dirige sus flechas hacia las Tres Gracias, situadas a la izquierda, y sobre todo hacia una de ellas, Castitas, colocada en el centro de las tres; a su izquirda mira al dios Mercurio, mensajero de los dioses, y por ello también, unión entre la tierra y el cielo.
Se crea un círculo neoplatóniano del amor, que surge en la tierra como pasión, regresa al cielo como amor sensual y carnal, que no es el verdadero, debe convertirse para ser real en un amor contemplativo, espiritual, profundo, idealizado, y por tanto platónico.
El perfecto simbolismo temático reitera su mensaje a través de un estilo pictórico particular como el de toda la pintura de Boticelli.
El ambiente nostálgico y melancólico de este mundo neoplatónico e ideal se refuerza con la ausencia de perspectiva, es decir, con el protagonismo de la línea, que de nuevo marca los ritmos suaves y danzarines de las figuras, que flotan en un mundo que no es el nuestro, con un detallismo minucioso, que hace de este cuadro un inventario de botánica, sobre todo con los rostros delicados, casi de porcelana tan característicos de Boticelli.
Predomina una composición triangulada de perfecto equilibrio, la luz blanquecina y homogénea, y el color suave con predominio de tonos complementarios, verde y rojo.
En el cuadro del "nacimiento de Venus", se representa el nacimiento de Venus de las aguas, empujada a la playa por el soplo de los Céfiros, entre una lluvia de rosas, siendo finalmente recibida por Flora, diosa de la vegetación y la naturaleza.
Aparece el tema mitológico habitual del primer renacimiento, con una segunda lectura religiosa, ya que el cristiano nace de la verdadera religión a través del agua del bautismo. La verdadera temática insiste de nuevo en la idealización platónica, esta representación es de la belleza inalcanzable, espiritual, de ensueño, existente en el mundo de las ideas pero no en el terrenal.
La pintura refleja plásticamente este ambiente, por ello es plana, grácil, etérea, en la que tanto los personajes como los elementos del paisaje se abstraen de la materia y de la realidad.
Prevalece la línea sinuosa y sensual, marcando el ritmo sutil de la composición, y desentendiéndose de la representación del volumen y de la perspectiva. Tanto se idealiza que las olas del mar se reducen a un esquematicismo de pequeñas líneas todas iguales.
La composición vuelve al esquema triangular que equilibra en armonía la obra con la luz cenital que le da a la obra un sentido celestial. Es muy importante la recuperación del desnudo como imagen de belleza espiritual lo que muestra su referencias clásicas, un desnudo puro y recatado.
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